El riesgo de normalizar las guerras y por qué lo hacemos

La sobreexposición a la violencia, entre otras razones, banaliza los conflictos que sentimos lejanos

La guerra de Ucrania ya ha superado los 30 días de duración, la desesperación de las familias y el sufrimiento de los niños continúa latente. Desafortunadamente, el horror que están viviendo los más pequeños no sólo está presente en el país europeo. No hay que olvidar que los conflictos en territorios como Etiopía, Afganistán, Yemen, Palestina, Haití o Myanmar mantienen a los ciudadanos en una hostilidad que parece no tener fin. 

Aunque Ucrania todavía resuena en todos los medios de comunicación, otras guerras no abren los informativos ni se encuentran en las portadas de los periódicos. Si no se trata de una iniciativa individual, se complica -cada vez más-, encontrar información sobre el progreso de las mismas. Esto no es baladí, en muchos casos, la escasez de acceso a este tipo de noticias, junto con el sentimiento de lejanía hacia determinados países y una exposición continua a una situación prolongada, provoca que terminemos normalizándolas

Algo parecido observamos en el conflicto de Ucrania. En este caso, la constante emisión de noticias, está provocando que la sociedad deje de buscar información y quiera huir del horror que supone la violación de derechos humanos que se está viviendo en el país.

¿Por qué normalizamos las guerras?

Cada una de estas razones tienen poder por sí solas y también de forma conjunta:

  • Pérdida de interés. La extensa duración de los conflictos armados o guerras desemboca, en muchas ocasiones, en la disminución del interés por parte de la sociedad. Eso, a su vez, hace que los medios de comunicación reduzcan la emisión de noticias sobre las mismas. 
  • Bombardeo de información. Esto suele producirse las primeras semanas al inicio de las guerras. Ante la constante lluvia de noticias, imágenes y relatos violentos que se prolongan en el tiempo, nuestra mente tiende a acostumbrarse, pues deseamos mantenernos alejados de esa realidad y evitar el sufrimiento. 
  • El poder de la empatía. ¿Es verdad que mostramos más empatía por aquello que sentimos más cerca? Realmente es cierto. Tendemos a sentirnos más parecidos a aquellos que comparten una cultura más próxima a la nuestra, por ejemplo. Por este motivo, los conflictos que suceden en territorios lejanos al nuestro despiertan menos nuestro interés. Desde el continente europeo nos parecen remotos conflictos que todavía perduran en países como Somalia, República Democrática del Congo o Yemén, a pesar de que la población civil sufre daños colaterales y se sigue violentando el derecho humanitario. 
  • Sobreexposición a la violencia y a la información negativa. Vivimos y observamos diferentes tipos de violencia en todas partes: videojuegos, televisión, dispositivos móviles… Esto hace que veamos las agresiones y la violación de derechos como algo banal que deja de mantenernos alerta.
  • Deshumanización. El exceso de violencia también produce la deshumanización de las personas que la sufren. La falta de empatía hace que dejemos de observarnos con nuestras características puramente humanas y nos olvidemos de los sentimientos de cada uno.

¿Qué riesgos puede suponer normalizar una guerra?

  • En la sociedad occidental vivimos y consumimos deprisa, estamos acostumbrados a la competencia y al individualismo. Teniendo en cuenta la despreocupación ante las noticias catastróficas o el sufrimiento ajeno hace que nos convirtamos en personas aisladas que no son conscientes de lo que pasa más allá de su propio entorno. 
  • A su vez, esto deriva a la inacción social. Pero, ¿por qué no somos incapaces de actuar ante las injusticias? No solemos ver las consecuencias negativas a corto o medio plazo. Pensamos que aquello que sucede a miles de kilómetros nunca nos va a pasar a nosotros. Además, actuamos movidos por el miedo, esa emoción que provoca incertidumbre, alerta y peligro. La falta de solidaridad se junta con la falta de empatía y terminamos mostrando indiferencia hacia el prójimo creyendo que así, nunca pasaremos por la misma situación. 
  • Pero esta inacción social también deriva en que las personas que sufren las consecuencias de la guerra continúen sin protección ni salvavidas. 
  • El desconocimiento acerca de las duras consecuencias que supone una guerra a nivel social, político y económico, puede hacer que vuelva a repetirse en el mismo lugar o en otras partes del mundo.